Es uno de mis cantantes preferidos, de los de quitarme el sombrero. Así, con gratitud. Tipo: coño, gracias por existir. Además, es un excelente compositor; cantautor, cuando esa palabra no se utilizaba. Tuvo la suerte de estar una pila de años de la mano de Eddie Palmieri, con los cuales logró acumular y ofrecer una experiencia extraordinaria. Logró desarrollar una forma de enfrentar el canto muy peculiar y auténtica, que no le debe a nadie nada; supo evitar circunloquios tontos a la hora de hacerle los versos a un tema (son famosas sus colaboraciones con Palmieri, quien llegaba con una melodía y le decía: Ismael, ponle letra a esto) y ha sabido, también, fomentar un sentido de la vida con mucha positividad, con una forma de enfrentar las circunstancias casi religiosa, que siempre le ha acompañado.
Ismael Pat Quintana (foto: Martin Cohen) |
Adicionalmente, es un señor en las formas, amigo de casi todos los músicos de su época, respetado por el público (aunque no siempre fue predilecto, y mira que sobradamente lo merecía) y tan cordial en el trato con la gente que es prácticamente imposible encontrar a alguien que le pueda soltar a uno una mala palabra, siquiera una, de ·Ismael Quintana·.
Aunque nació en Ponce, nunca llegó a vivir en Puerto Rico. Por eso se siente nuyorican y está muy consciente de lo que significa esa condición, Quintana empezó como bongosero en una de las muchas orquestas que sonaban fieras en el extrarradio neoyorquino de finales de los 50. En una ocasión, en el Hotel Taft de Manhattan, la banda de la que era miembro arrancó con Cómo fue -ese exitazo de Benny Moré- y él, en ese momento, tuvo también un arranque, soltó los bongós, cogió un micrófono y se lanzó a cantar.
Al terminar la pieza sus compañeros quedaron sorprendidos por la ejecución: deja los bongós, ¡eres un cantante!, le dijeron.
Aunque nació en Ponce, nunca llegó a vivir en Puerto Rico. Por eso se siente nuyorican y está muy consciente de lo que significa esa condición, Quintana empezó como bongosero en una de las muchas orquestas que sonaban fieras en el extrarradio neoyorquino de finales de los 50. En una ocasión, en el Hotel Taft de Manhattan, la banda de la que era miembro arrancó con Cómo fue -ese exitazo de Benny Moré- y él, en ese momento, tuvo también un arranque, soltó los bongós, cogió un micrófono y se lanzó a cantar.
Al terminar la pieza sus compañeros quedaron sorprendidos por la ejecución: deja los bongós, ¡eres un cantante!, le dijeron.
No fue sino un tiempo después, en una audición para la orquesta de Orlando Marín, cuando fue escuchado casualmente por Eddie Palmieri (en ese momento pianista de Tito Rodríguez, aunque ya tenía de ganas de montar tienda aparte), quien en 1961 lo llamó para que cantara en su nueva orquesta La Perfecta.
Tras 12 años juntos, durante los cuales aportaron un grueso de la mejor música que se ha grabado jamás en esa ciudad, Ismael fue atraído por los cantos de sirena de Fania Records. Allí le ofrecieron toda la libertad creativa que quisiera, una orquesta con músicos de alta factura y una buena promoción para lanzar su carrera como solista. Quintana ya había hecho dos discos en solitario para la United Artists en los años 60, estaba muy contento formando parte del equipo de su pana Eddie y no tenía intenciones de lanzarse una carrera como solista. La compenetración con Palmieri era estupenda y para qué cambiar eso, ¿no? Pero Jerry Masucci, ayudado por Johnny Pacheco, logró convencerle. Quintana, de hecho, no tiene una mala palabra cuando habla del capitoste de Fania: el fue una gran persona para mí; me apoyó mucho, me ayudó mucho.
En 1974, gracias a la plena libertad que le había dado Fania (tú eliges los músicos, las canciones, tú lo produces y tienes la mano libre para hacer lo que tú quieras en ellos), Quintana monta una banda estupenda, maravillosa, compuesta por Bobby Valentín en el bajo, Orestes Vilató en los bongós, Johnny Rodríguez en las congas, Vinnie Bell en la guitarra, los extraordinarios Markolino Dimond y Papo Lucca en el piano, Adalberto Santiago en las maracas (y el coro), Nicky Marrero en los timbales, Harry Viggiano en el tres, el fuera de lo común y antiguo compañero de banda Barry Rogers, quien está junto a Lewis Kahn en los trombones, más Héctor bomberito Zarzuela y el aún poco conocido Luis perico Ortiz en las trompetas. En el coro, además de Adalberto, cantaron Johnny Pacheco, Héctor Lavoe y Jimmy Savater.
Y produce un disco estupendo, injustamente descatalogado, que no alcanzó los sitiales que se merecía aunque sigue sonando de forma actual entre los entendidos. Un álbum compuesto casi en su totalidad por Ismael y que abría con un tema que sirvió como presentación oficial por su ingreso a la Fania All Stars: Mi debilidad
Y produce un disco estupendo, injustamente descatalogado, que no alcanzó los sitiales que se merecía aunque sigue sonando de forma actual entre los entendidos. Un álbum compuesto casi en su totalidad por Ismael y que abría con un tema que sirvió como presentación oficial por su ingreso a la Fania All Stars: Mi debilidad
Mi debilidad, tú eres mi debilidad
La que me consume y ni puedo rechazar
Mi debilidad, oye mamá, mi debilidad
es saber que tú estás cerca y no poder conquistar
tus lindos ojos, tu boquita de coral
y sobre todas las cosas ese cuerpo sin igual.
No perderé la esperanza de que seas mía, si total
así serás cosa buena, solo mi debilidad
El solo de Dimond en medio del montuno es extraordinario, así como el que se lanza Rogers con el trombón de vara. Ambos contienen matices que recuerdan influencias palmierianas en la forma de ver la música de Ismael y de varios de los músicos agrupados en la producción. No hay que olvidar que lo que llaman el sonido Palmieri tiene en buena medida un aporte de la genialidad de Barry, que estuvo en La Perfecta desde sus inicios. Te traigo la llave es una declaración de intenciones y No lo dejes así un bolerazo de los que tanto han gustado a Ismael (que siempre ha preferido este canto al uptempo). Tambó es un son que se convierte en guaracha festiva con reminiscencias palmierianas -cómo no-, un solo de Ortiz sencillamente alucinante y un montuno de Quintana que lo muestra en pleno poder de su canto. Blusita colorá es otra de las estrellas del disco, con una letra que ahora suena machista pero no era anormal en esos años neoyorquinos. En ella, Papo Lucca se tira un solo de piano estupendísimo, que marca el contraste entre la clave intrincada y jazzística de Markolino con el alma boricua y melódica de Papo; ambos tan geniales y tan diferentes a la vez.
Eso que llaman amor es otro bolero arreglado a la antigua, es decir, con guitarra y las maracas marcando el ritmo; Maí blandita resulta ser un son delicioso, claro homenaje a la cubanidad contenida en la música -aunque los trombones jueguen un papel primordial en la moña final- y con una trompeta de perico que es para volverla a escuchar. Y para qué verte cierra el disco: es un bolero desplante, de esos de me corto las venas right now, que termina en un son montuno que es una delicia.
Uno se espera que semejante portento termine siendo un exitazo de ventas y sonando en la radio más que un jingle. Pero no fue así: la losa palmieriana -aquí también- pesó mucho encima y, tal como lo comentó acertadamente César Miguel Rondón en el Libro de la salsa, el melómeno acostumbrado a la tesitura de Quintana como parte del animal musical que era su antiguo socio, no quiso oírlo por separado. El resultado no era el mismo. Al final va a ser que la fortaleza -y la debilidad, a la vez- de Ismael Quintana se llamó Eddie Palmieri.
Sería poético.
Ya... Lo sé, lo sé. Pido disculpas por hablar de nuevo de otro disco destacalogado, que además no se consigue en CD. No imaginé que este álbum tan especial no hubiese sido relanzado por la gente de Codigo Music.
Palmieri's curse, yet again? Maybe. Lo cierto es que la única forma de tener algunas de estas canciones es a través de los recopilatorios.
Tú mismo.
Ya... Lo sé, lo sé. Pido disculpas por hablar de nuevo de otro disco destacalogado, que además no se consigue en CD. No imaginé que este álbum tan especial no hubiese sido relanzado por la gente de Codigo Music.
Palmieri's curse, yet again? Maybe. Lo cierto es que la única forma de tener algunas de estas canciones es a través de los recopilatorios.
Tú mismo.
la botaste de nuevo,clase de disco salsa,salsa,sin aditivos,alucinante el sr.Ismael"Pat"Quintana derrochando sabor y calidad,q las tiene de sobra,y su orquesta ,que orquesta, los profesores de la salsa,tremendos coros y sensacionales arreglos;gracias por el post Xoan.
ResponderBorrarEsto está muy bien, toda una educación.
ResponderBorrarNo habia oido este disco. Tengo, gracias al gran amigo Fersan, los discos de Ismael con Palmieri. Y totalmente de acuerdo contigo en que es uno de esos cantantes para quitarse el sombrero.
ResponderBorrarvayan a este link y bajense el disco
http://www.mediafire.com/?vnzjgncjy2m
Gracias Carlos por el link...
ResponderBorrarAcertado el comentario del último párrafo, el estilo de Quintana se selló con Eddie Palmieri, en mi opinión los Pioneros de La Salsa, junto a Mon Rivera..
ResponderBorrar@jotaele870
al piano markolino en este tema, los demas de este trabajo arreglados por papo luca
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