La Sonora Ponceña, fundada en 1954 por Enrique Lucca, es una de las bandas más memorables de la historia musical del Caribe, no solo porque ha sabido desde el primer momento recrear acertadamente el son que les llegaba desde Cuba (aunque en un principio tenía mucho que deberle a la omnipresente Sonora Matancera, orquesta de orquestas, y al sonido de Arsenio Rodríguez), agregándole, clarostá, ese toque boricua necesario para marcar un poco las distancias y hacerla más entrañable, si cabe.
Papo Lucca (Diego R. Bravo) |
Con el paso del tiempo, además, ha ido creando un estilo propio (gracias al virtuosismo de Papo Lucca, genial pianista y director musical, de quien hablaré más y mejor en el futuro) que mantiene, 57 años después, esa intención y ese sabor. Una marca de agua que comenzó a notarse mucho más cuando, a mediados de los años 70, tomaron distancia de la repetición fastidiosa que estaba experimentando la música latina made in New York para brillar con luz propia.
A pesar de haber estado tocando en fiestas y bailes de su Ponce natal durante muchos años, con algunos escarceos a otras ciudades de la isla (y un viaje a Nueva York a comienzos de los 60, que sirvió de presentación formal a la colonia boricua radicada en la ciudad), no fue sino hasta 1968 cuando la Ponceña graba su primer larga duración, que tuvo poca repercusión fuera de la isla. Por supuesto, poco les importó a ellos el detalle: en esas fechas, a la mayoría de los músicos puertorriqueños lo que sonaba en Nueva York les parecía ajeno y con un español bastante lamentable, además.
Tendrían que pasar unos años antes de que se pudiesen crear esos lazos que unirían los sonidos de ambas islas.
Justamente, uno de esos primeros cabos fue el disco Desde Puerto Rico a Nueva York, producido por Larry Harlow en 1972 y que se explaya todavía en la sonoridad típica, aunque ya el virtuosismo de Papo -uno de los mejores pianistas de la expresión, con apenas 26 años- marcaba ciertas diferencias: su gusto por el jazz y la depuración a la hora de explayarse en los magníficos solos que suelta en casi todos los temas resultan, paradójicamente, tan avanzados como lo que estaba sonando en NYC en ese momento. Tal vez las carencias de la orquesta -por llamarlas de alguna manera- tuviesen más que ver con la propuesta musical en general (se ha dicho de ella que era una sonora con formato de orquesta que sonaba a conjunto), sus arreglos iban un poco por detrás de lo que se estaba escuchando -y duro- en Estados Unidos, además de la elección de los temas, que tenían aún mucha deuda con la temática cubana, más rural que urbana.
Y ese es un punto importante a considerar: para los melómanos del Caribe urbano la propuesta de la Ponceña en esos años era todavía un poco, cómo decirlo, naif, alejada del barrio y sus vivencias.
Los cantantes de la orquesta, el excelente sonero y bolerista Tito Gómez y el no menos genial Luigi Texidor, otorgan un matiz muy interesante a la banda, que marcaba su sonoridad con cuatro trompetas -no hay trombones a la vista-, además de bajo, conga, bongó, piano, tres y güiro.
Esto se nota en temas como Tumba la caña Jibarito (de la Matancera), Con maña sí, un lento son montuno que permite a Lucca explayar melódicamente la influencia de Oscar Peterson en las teclas, el merengue Fuerza 'e cara y tres boleros: Quisiera olvidarte, No puede ser y La puerta está abierta. Está, además, Prende el fogón, con una letra bastante machista, típica del Caribe de aquellos años, que abre el disco y sus intenciones antillanas.
Resultan también interesantes El guaguancó nació en La Habana, Al pan pan y al vino vino -compuesta y cantada por Texidor-, y Oh Mayí, en honor a las sempiternas deidades cubanas.
En definitiva, es un disco con mucho sabor que tiene una frescura que todavía no opacaba a la producción salsera neoyorquina. Es también una buena forma de irse enterando cuán virtuoso es Papo Lucca a la hora de enfrentar el piano, el montuno y los arreglos. El germen de discos tan impresionantes como los que sacaron a finales de los años 70 se puede encontrar aquí.
Buena entrada, pero he echado en falta los versos que sueles escoger para ir rematando hacia el final. Es cierto que la letra de "Prende el fogón" es bastante impresentable, pero igual hubiera valido la de "El guaguancó nació en La Habana", que de paso habría sido una buena manera de resaltar el vínculo cultural por el que Borinquen se hace heredera de Cuba.
ResponderBorrarmuy buena entrada ,no es el trabajo mas conocido de la sonora,pero si es un muy buen referente de su musica,2 extraordinarios vocalistas,"Luigi,y Tito",el coro,que clase de coro,excelentes musicos y el piano y la direccion del magnifico Papo Lucas,Xoan estas bateando 400,TE LA COMISTES
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