miércoles, 16 de marzo de 2011

De cuando Willie Colón presentó a Rubén Blades

Fue un matrimonio de lo más normal y corriente:
                                         Willie y Rubén, metiendo mano                        (Codigo Music)
nunca llegaron a ser amigos; cuando terminaban las sesiones de grabación o los conciertos, cada uno se iba para su casa. Incluso, a veces se repelían e ignoraban mutuamente, llegando a separarse durante años, aunque luego volvieran a juntarse.
Pero después de estar en litigio durante los últimos años (litigio que, moralmente, ganó el panameño) ahora están definitivamente divorciados.
Pero produjeron una constelación de discos que no tiene parangón en la música latina. ·Rubén Blades· fue la voz -y la propuesta artística- que estaba buscando Willie Colón, después de que decidiese disolver su orquesta en 1973 y anduviese dando vueltas entre discos desabridos, lanzamientos interesantes y baquinés sin mayor fortuna; Willie Colón fue el empujón que le faltaba a Rubén Blades para alcanzar de una buena vez el estrellato y la adoración de las masas, después de haber grabado piezas de importancia considerable para Fania All Stars, Ray Barretto y Louie Ramírez.
Este fue el primer álbum que produjeron juntos en 1977. Y aunque no fue el mejor, sí resultó ser el más fresco, sobre todo por la novedad concentrada en letras
estupendas y una musicalidad radicalmente novedosa y distinta a la repetición provocada por un boom de la
salsa, que ya estaba empezando a ser más de lo mismo.
Se trata de Willie Colon Presents Ruben Blades: Metiendo mano!
La conjunción de características que hace especial a este disco está basada en una premisa básica: ambos querían proponer cosas nuevas, marcar caminos, definir vanguardias, separarse de la misma música que sonaba hasta el cansancio.
Querían estar en una vaina.

Rubén ya había ensayado previamente con temáticas sociales porque, ante todo, es un cronista y así como uno va y escribe un blog para contar la vida desde un punto de vista propio, él escribía canciones donde mostraba el suyo y también, lógico, quería cantarlas. Para el momento en que sacan este disco, Blades era ya reconocido en el ambiente salsero de Nueva York por sus canciones, pero seguía siendo bastante anónimo para el público en general. Poseía todavía ciertas limitaciones a la hora de cantar (además de un timbre de voz muy parecido al de Cheo Feliciano, lo que le trajo no pocas críticas) y no había conseguido labrar un estilo propio. Para superar esto resultó indispensable el aporte de Colón, el mayor vendedor de discos de salsa de la historia. No solo por su experiencia como director de orquesta, productor y arreglista, sino porque, como un cortador de diamantes, logró pulir cada una de las facetas de esta piedra aún no tallada llamada Rubén Blades, hasta ir consiguiendo una gema capaz de marcar un estilo que aún hoy perdura. La portada, de hecho, recalca esta idea: Willie aparece como el entrenador de un boxeador dispuesto a meter mano... en el buen sentido de la expresión, por supuesto.

La pelea empieza con Pablo Pueblo, un tema importantísimo que marca el acento en uno de los huequitos que más le ha gustado a Rubén utilizar para observar el mundo: el tema social, la vivencia del día a día, el barrio -como concepto latinoamericano de clase baja, de arrabal, de exclusión- y sus protagonistas. De sus humildes habitantes. Pablo Pueblo es el arquetipo de los que no pudieron conocer el éxito, tan siquiera el material, de los que la vida siempre les dio la espalda. De los adosados a una esperanza que nunca llegó a materializarse.
De la poesía que toda tristeza es capaz de generar:

Regresa un hombre en silencio de su trabajo cansado
su paso no lleva prisa, si sombra nunca lo alcanza
lo espera el barrio de siempre con el farol en la esquina,
con la basura allá enfrente y el ruido de la cantina.
Pablo Pueblo llega hasta el zaguán oscuro
y vuelve a ver las paredes con las viejas papeletas
que prometían futuro en lides politiqueras
y en su cara se dibuja la decepción de la espera.

Pablo Pueblo, hijo del grito y la calle
de la miseria y del hambre, del callejón y la pena
Pablo Pueblo, su alimento es la esperanza
su  paso no lleva prisa, su sombra nunca lo alcanza.

Llega al patio, pensativo y cabizbajo
con su silencio de pobre, con los gritos por abajo
la ropa allá en los balcones el viento la va secando
escucha un trueno en el cielo, tiempo de lluvia avisando.
Entra al cuarto y se queda mirando
a su mujer y a los niños y se pregunta hasta cuándo
Toma sus sueños raídos, los parcha con esperanzas
hace del hambre una almohada y se acuesta triste de alma.

Hay canciones que demuestran que la salsa no está hecha solamente para gastar suelas ni pulir pisos ni afincar hebillas. Que la salsa también tiene sentido estando uno sentado en un sofá. No solo porque esta letra marchita cualquier posibilidad de alegría en la danza -a mí particularmente me obliga a estar quieto-, sino también porque cuenta con una orquestación alucinante, compuesta por los tres trombones de Leopoldo Pineda, Papo Vásquez y Lewis Kahn, el bajo de Salvador Cuevas y las congas de Milton Cardona, los bongós de José Mangual Jr, los timbales de Nicky Marrero y el piano de Sonny Bravo -Joe Torres afincó el instrumento en los otros temas-, además de la tuba -sí, una tuba- de Tom Malone, el cuatro del gran Yomo Toro y la guitarra del propio Rubén, un instrumento poco visto en la expresión. El arreglo de Pablo Pueblo estuvo a cargo de Luis perico Ortiz. Y todo esto tan magnífico termina por notarse.
Willie logró llevar sus experimentos sonoros a niveles que estandarizaron la expresión de finales de los 70, pero sin caer en manierismos ni sofisticaciones raras. Porque el sabor y ese entrompe aguerrido nunca dejaron de estar presentes. La prueba de todo esto está en Según el color, un bomba con un montuno incesante que no para ni cuando Toro masculla las notas de su cuatro querido (el video que sale con el link demuestra el virtuosismo de Toro con las cuerdas. Son más de tres minutos; impresionante); La maleta, en la que se destaca la crónica de los inmigrantes y sus desvelos en Estados Unidos -porque la cosa no es de ahora-; Fue varón, el nacimiento de un niño como otra cara más de esa esfera que es la vida; ese viejo tema de Eliseo Grenet, La mora, con un divertido arreglo y unos montunos atinaíllos, quillo; y Pueblo, un guiño a ese protagonista olvidado que Colón y Blades se propusieron rescatar sin caer en las demagogias de otros.
Demagogia ausente, también, en otro de los temas punteros de este disco: Plantación adentro, de Tite Curet Alonso, que narra las desventuras de los trabajadores del campo en el siglo XIX debido al maltrato de los capataces, más amos y señores que los mismos amos y señores. Y en Lluvia de tu cielo, un excelente guaguancó que ahora algunos críticos consideran un canto temprano contra el cambio climático, como si olvidaran que en el trópico no hay nada más regular que la irregularidad de la lluvia.
Metiendo mano! fue una entrada triunfal para Rubén. Por la puerta grande. Fue uno de los primeros discos aceptados por las clases medias caribeñas, que hasta ese entonces le habían dado la espalda al género por considerarlo música de marginales -tal y como sucede en cierta forma con el reguetón actual. También fue el comienzo de un lustro creativo para Willie Colón -el último que tuvo en su discografía- y la demostración concreta de que la expresión salsera podía dar mucho más que un bembé, una bachata o un simple baile festivo, como la quisieron encasillar muchos expertos, que se quejaron de estas largas letras con narraciones sucesivas y hasta apostaron con vehemencia a que nadie llegaría a aprendérselas.
Tan acertados que estuvieron los muchachos...

6 comentarios :

  1. Que sabroso es leer estos artículos. Casi tanto como escuchar la música de la que hablas! :-)

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  2. Suscribo lo que ha dicho Cecilia: leer esto es un placer. Me sorprende lo mucho que la salsa puede dar para reflexionar.

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  3. Muy bueno tu artículo, Xoan, resulta como un bálsamo. Es posible contactar contigo de alguna manera? Si te parece, te dejo un link de contacto con AudioKat:

    http://www.audiokat.com/contacto.asp

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  4. Cuántos recuerdos. Tengo el CD después de haber tenido dos cassettes de Metiendo Mano que se gastaron de tanto correr en el tape. No es el mejor album de la historia de la salsa, pero está en el Top 5 de los más significativos. Hacía falta que un Blades haga lo que luego hizo Juan Luis con el merengue: llevar las letras a un nivel que ya nadie pueda negar su valor... Y más o menos por esa época salió la grabación de Lavoe de El Cantante, y Rubén hizo giras con la All Star. Entre el 76 y el 82 con Siembra y Pedro Navaja, estuvo en la cresta de la ola. Luego se replegó un poco en sí mismo, pero también me parece sobresaliente el disco del 89 donde cuenta sobre Panamá (Qué Parrandas, Patria, etc).
    Por esa época Rubén se negaba muy duro a que le pronuncien el apellido "Bleids", solamente unos años después empezó a tolerarlo.

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  5. Excelente reseña, con conocimiento desgranado y reflexivo.

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  6. Muy buena reseña de este disco, para mí está entre uno de los mejores discos de Rubén. Lo he tenido en todos los formatos, recuerdo cuando mi padre lo compró en el formato de 8 track (que años más tarde se lo confisqué), luego lo obtuve en cassette, en CD y años más tarde lo conseguí en LP, todavía lo conservo. En resumidas cuentas muy buena grabación.

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